Del Partido Colorado han formado parte desde individuos que abogaban por la socialización de los útiles de trabajo hasta lectores de Hayek y von Mises. ¿Qué es lo que nos permite convivir? Un mínimo marco común al que atenernos todos. Las Constituciones nacional y partidaria, para empezar. Si alguien se desvía de esto, existen los mecanismos pertinentes para señalarlo, tanto a través de la asignación de representantes y recursos económicos por medios electorales, como por medio de los organismos competentes a la interna para garantizar el cumplimiento de la contractualidad inherente a la participación en la asociación de individuos libres llamada Partido Colorado.
Hay cosas que no son de mera opinión, ni de teoría, ni dependen de los votos, ni de virtudes secundarias como la «tolerancia». La tolerancia requiere libertad, y la contractualidad es realización y garantía de esta última. No puede defenderse la tolerancia por fuera de la contractualidad sin atentar contra el marco mismo que hace de la tolerancia una virtud. En nombre de la tolerancia no puede uno abstenerse de objetar, por la vía que corresponde, acciones que atentarían contra el acatamiento de normas que alguien voluntariamente pone sobre sí (como no puede en nombre de la tolerancia exigirse a alguien que reciba una trompada).
Y así como adentro, afuera: Tampoco pueden en nombre de la tolerancia dejarse pasar acciones contrarias a principios que hoy son la principal salvaguarda de la libertad del ciudadano.
La vigencia material de estos principios es algo que cuesta preservar. El sistema de balances y contrapesos llamado República, que divide y limita el poder del gobernante por sobre el ciudadano; el Estado de Derecho, que pone a todos sin distinción bajo una misma norma, permitiendo que ésta sea carril de la convivencia y cooperación social, no son cosas que tengan vida propia como para defenderse por sí mismas.
No se está trazando ninguna línea demarcatoria salvo aquella puesta en la misma Carta Orgánica, y se pone a criterio de la comisión competente el expedirse sobre la cosa. ¿Qué más se debería o podría hacer?
Llamemos las cosas por su nombre, busquemos terreno común, tengamos criterios capaces de ser defendidos argumentalmente, y no seamos como el oficialismo, que si hay un mal ejemplo es ese.
Si todos, en nuestra diferencia, hacemos lo correcto, que es defender la libertad y el cumplimiento de los contratos voluntariamente asumidos, no existirán mayores inconvenientes para que el Uruguay se llene de claveles.
La interna y el país, en ocasiones, se rigen por los mismos principios. La libertad, la transparencia, la contractualidad le hacen bien tanto a los países como a los partidos. No solo constituyen herramientas para el progreso, son también garantías para la paz.
Un abrazo a todos los que se han tomado el tiempo para leer.
¡Viva el Partido Colorado!
– Juan Friedl