La receta para ponernos a salvo es sencilla: dosis crecientes de la vieja y brava Libertad.
Cuando se aprobó la Ley que obliga a los Medios a reproducir una gran cantidad de mensajes generados en el Gobierno, me opuse. Tengo muchas dudas acerca de la pertinencia de afirmar que -como el espacio radiofónico y televisivo es de la Sociedad- se pueda obligar a quienes han suscrito contratos y sido autorizados a utilizar una franja, a emitir lo que los administradores del Estado se les antoje.
Últimamente se puso en funcionamiento tal posibilidad, y la excusa fue que se emitiría mensajes de difusión de servicios e indudable interés general. El primer aviso fue sobre el Sistema de Cuidados, lo cual -si bien no excede el límite auto-impuesto de la difusión de información (cosa que el Estado puede y debe hacer a través del sistema normal de generación de Comunicados y noticias)- siendo un compromiso electoral del partido de la actual Administración, ya tenía un tufillo a “esto se lo dimos nosotros, acuérdense cuando voten.”.
Tal vez se me podría acusar de que esa percepción está teñida de una alta sensibilidad de mi parte, alimentada por el notorio desapego de los progres para con el recato y la no utilización del Estado a favor de los intereses de su fuerza política. Pues bien: no hubo que esperar mucho para saber si esa sensibilidad era o no justificada. Alcanzó con que llegara el segundo ejemplar del “Aló Presidencia” yorugua para darse cuenta que es pura propaganda electoral, a la cual sería una sutileza inmerecida acusar de “subliminal”. Pruebas al canto.
Tocó turno a la OSE, que hace público en estos días un aviso con cuentito incluido, declaraciones absolutamente “naturales” y “no libretadas” de una (¿supuesta?) vecina de una zona en la cual la Administración hizo lo que se supone que le pagamos para hacer, y colocó saneamiento.
Hete aquí que -sin ningún pudor ni necesidad- el aviso desliza , aislada, la frase “PARA SEGUIR AVANZANDO”, eslogan de Campaña y muletilla permanente de todos y cada uno de los sectarios oficialistas; cosa que puede observarse en cualquiera de los documentos que adjunto (puse cinco porque me aburrí, pero -si tienen una paciencia de la que yo ya carezco y careceré- Google les puede regalar decenas.).
Desnuda el aviso la inocultable intención proselitista de este engendro de treinta minutos diarios obligatorios de “comunicación presidencial”; hijo bastardo de Fidel-chavismo refinado al uso Oriental y una Ley que el Presidente Mujica (en un raro rapto de lucidez) descalificó para siempre al señalar que “la mejor Ley de Medios es la que no existe”, y prometer que, “si me traen un Proyecto, lo tiro a la papelera”.
Un clásico del autor de “Comotedigunacó… te promulgo la ó.”
Extraña y superlativa delicadeza del Exabruptador de Constantinopla; para con una Ley algunos de cuyos contenidos no tengo empacho en catalogar de totalitarios y filo fascistas.
“Queda feo darse dique”, decían las viejas cuando yo no lo era. Parece que no está bien darle al bombo sobre los aciertos propios. Pues bien: me da igual: acá lo que importa no es quién tenía razón antes o hace unos días, sino denunciar el nuevo atropello por parte de estos forajidos de la política, que medio electorado nos ha encajado tres veces. Y hacer un llamado para que TODOS hagamos lo que esté a nuestro alcance para que no sean cuatro.
Exijamos a nuestros candidatos compromisos varios, entre los cuales no puede faltar la derogación de todos aquellos artículos de esta ley infame, que dotan al Estado de más poder de coerción; el cual, es bueno recordar, es utilizable (salvajemente) por cualquier Gobierno.
Compañero progre de cualquier Partido: por las dudas, te recuerdo a vos también que lo malo no es quién está en el Gobierno, sino darle más poder al Estado y habilitarlo para actuar en forma arbitraria, esté quien esté. Y que el Partido en el Ejecutivo y con mayoría parlamentaria puede cambiar; pero -si no te quejas ahora- no tendrás autoridad moral para patalear cuando sea otro el que te encaje a vos lo que no quiero que nadie nos encaje. A ninguno. ¿Ta?
La receta para ponernos a salvo es sencilla: dosis crecientes de la vieja y brava Libertad.
Que es una sola y no necesita adjetivos. Sólo coraje y responsabilidad.
– Carlos A. Santo Cuevas