Definiciones de distintas corrientes filosóficas hay muchas, a mi en particular me gusta una muy simple: Es una «organización política forzosa constituida por instituciones burocráticas y administrativas estables».
Ahora bien, por el 1900 y al influjo de Batlle y Ordóñez comienza esa corriente en pro del Estado; Batlle sostenía que para el desarrollo de una sociedad y de un país, el Estado debía controlar la economía por medio de monopolios estatales, sumado a leyes sociales dirigidas a las clases medias al amparo de una economía pujante, y de un Estado benefactor, intervencionista y redistribuidor de las ganancias.
Estas acciones definieron al Batllismo y, entre otros, se mantuvieron con Claudio Williman, Baltasar Brum, José Serrato, Juan Campisteguy, Gabriel Terra o Alfredo Baldomir.
Con el advenimiento de la Democracia en el Partido Colorado hubo dos corrientes: El Foro Batllista, y la otra, de corte liberal, la lista 15.
Interesante, ¿no?
Ahora lleguemos al Estado de hoy, que es el que no quiero.
El mundo cambió y el Uruguay cambió, la economía se globalizó, y aquel Estado hoy es inoperante.
Hoy es imprescindible achicar el Estado, porque a su amparo pululan corruptos, ineptos, incapaces e incluso ladrones.
Ni que hablar de pésimas gestiones con gastos faraónicos e inútiles, con «gestores» impunes, con ministerios con la única función de captar y mantener votos, y con un despilfarro de dinero inimaginable.
¿Acaso no es válido el ejemplo de Nueva Zelanda?
Por eso ellos están como están y nosotros estamos como estamos.
¿Por qué no liberar la economía y dar posibilidades laborales más que limosnas a la gente?
¿Acaso cuando se dice «achiquemos el Estado», no hay razón en ello?
Señores, achicar el Estado es la única manera de tener un futuro cierto, y está dentro del programa de Agrupación Libertad.
Lo demás, jarabe de pico.
– Juan López