¿No es curioso como todo buenismo de moda con financiación estatal NECESITA de un sector privado exitoso del cual nutrirse en la forma de impuestos?
El mismo sector privado que el buenista desprecia, demoniza y resiente.
Lo cual se explica lógicamente si entendemos que el desprecio, la demonización y el resentimiento vienen primero, y el buenismo es la foto de la vitrina para agarrar al incauto y encubrir al cómplice.
¿No es curioso como para los socialistas y sus mascotas progresistas, TODO lo que no es socialismo es dictadura, salvo esas «democracias diferentes», que son pero no son, dependiendo del viento y la cercanía a las sagradas elecciones, que cuanto más «diferentes», mejor?
¿O cómo cuando la gente se manifiesta es un sabotaje orquestado por poderes externos contra las conquistas logradas, a menos que sea para poner un régimen socialista, ahí son manifestaciones populares espontáneas donde hasta el terrorismo es admirado, incluso si es financiado por imperios, como el soviético, siempre que sean «imperios diferentes»?
Es decir: La narrativa progresista es una farsa orquestada por terroristas devenidos dictadores con un discurso buenista superfluo, tan fino como el caviar que cena el Amado Líder de los Pobres, y el aplaudidor es tonto útil con un nivel de pensamiento crítico comparable con el de un conejito Duracell puesto a marchar en la dirección «correcta», en pocas palabras.
Por Agustín Rodríguez