Los Pueblos que no conocen su Historia están condenados a repetirla. Los que -conociéndola- la olvidan, al infierno de los cornudos.

Hoy es 9 de febrero.

Así como siempre digo que el 16 de junio debería estar marcado en el almanaque uruguayo como Día de la Dignidad, el 9 de febrero guarda para sí un sentimiento exactamente opuesto.

Un día cómo hoy, de 1973, se cierra un proceso iniciado en diciembre del ’72 (si no recuerdo mal, el 14) por parte de un grupo de militares indignos de su uniforme y del juramento que les obliga, más que a todos nosotros, a defender con la vida la Constitución; que formalmente cobraría el nombre de Golpe de Estado el 27 de junio de ese año, con la disolución de las Cámaras.

La indignidad primigenia tuvo su correlato en la pálida, tímida, timorata, cuasi inexistente reacción del Sistema Político, con las honorabilísimas excepciones del colorado Amílcar Vasconcellos, Carlos Quijano y algunos de sus más cercanos en Marcha y poco más. Y el Pueblo… ah, el prudente y cobarde pueblo uruguay… en la playa o en casita, de febrero a junio y después también, hasta el 1 de mayo de 1983, el 17 de noviembre de ese año y, fundamentalmente, el 16 de junio de 1984 cuando, probablemente hartos y decididos a morir pero no vivir más con miedo, salimos a la calle a desafiar los tanques y helicópteros.
Honor y Gloria a ellos.

Obligado por la necesidad de que los hechos se conozcan en mi visión, vuelvo a la ignominia del 73, bajando con dolor de la sensación de tres momentos mágicos en los que supimos ser grandes.

Los blancos vieron la posibilidad de un compromiso de los militares de voltear a Bordaberry y llamar a elecciones tras un breve período; una mezcla de impudicia e inocencia que se juzga sola en sus resultados.

Los colorados dividían fuerzas entre un grupo que terminó apoyando a la Dictadura (igual que algunos nacionalistas con los que integraron el Consejo de Estado) y el ala más democrática y republicana.

Casi sin excepciones entre sus civiles, el Frente sucumbió al canto de sirena de los bolches y -con idéntica estúpida candidez e inmoralidad, apoyó en los hecho la asonada. Los Comunicados 4 y 7, con A Don José por los Olimareños de fondo, hizo el resto; y, cuando se despertaron, la tenían adentro. De nada valió la parodia de Huelga General decretada por la CNT, con la que pretendieron ocultar la afrentosa desfloración (a la que habían consentido sin promesas de eterno amor) de su no muy demostrada democrática virtud, la exhibición impúdica de su vena totalitaria y su necesidad de poder sin importar cómo. Con sólo dos manos, no se puede cubrir tantas vergüenzas.

No imagino que ninguno ose decir que no fue así, pero sé que mis palabras han de provocar airadas réplicas de parte de blancos, colorados y frentistas que, vanamente, intentarán demostrar que lo que digo no fue «tan» así.

Los de menos mi edad y más, traigan munición argumental gruesa porque, si hay una cosa que sé, es qué pasó en esos días. Yo estaba ahí, activo políticamente y en la Izquierda; y puedo dar nombres de integrantes y lugares en los que se produjeron reuniones entre representantes de sindicatos y Partidos con militares golpistas. No me obliguen.

Callen su vergüenza y reflexionen acerca de lo que están haciendo hoy, abrazados en la inanidad de una Oposición que perpetua al peor Gobierno diz que progresista que imaginarse pudo, o con energúmenos totalitarios como los gobiernos de Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia , Nicaragua, Irán, etc. etc.

Los de menos de 58 años, no me vengan con lo que aprendieron en la Escuela o el Liceo: la verdadera Historia está en la gente y, lo más parecido a la realidad son los libros de Haberkorn y Lessa. Agárrenlos; no porque no muerdan (porque les morderán el alma al leer la traición y el engaño de que han sido víctimas por parte de sus héroes idealizados) sino porque si bien la Verdad nunca triunfa, sus enemigos terminan por morir.

– Carlos A. Santo Cuevas, 9 de Febrero de 2014.