A nuestros parlamentarios y a la opinión pública.
En noviembre de 1917, Vladimir Uliánov, alias “Lenin”, financiado por potencias e intereses privados extranjeros, perpetraba un golpe de Estado contra la incipiente socialdemocracia rusa, dando lugar a una guerra civil que culminaría con la instauración de la dictadura del PCUS.
En 1919, la autodenominada vanguardia política e ideológica de la clase obrera, orientada por la ideología “científica” del marxismo-leninismo, ya tenía su propia red de campos de concentración para disidentes políticos reales o imaginarios, campesinos que resistían u objetaban la colectivización forzada, y minorías nacionales que no se sometían al designio centralista.
Los métodos de apremio y de ejecución han sido ampliamente documentados. Este modelo de campos de concentración y trabajo forzado hasta la muerte sería emulado por el gobierno nacional-socialista obrero alemán; inicialmente aliado, posteriormente enemigo.
Para 1920, año de fundación del PCU, la Cheka, cuyos estatutos serían copiados por la Gestapo, tenía ya doscientos ochenta mil miembros. El PCU solicita su admisión en la Internacional Comunista.
En 1922 el PCU es admitido en la Internacional. Condiciones para ello eran, entre otras: El sometimiento a todas las decisiones del Congreso y Comité Ejecutivo de la Internacional comunista; la ruptura y expulsión de reformistas y promotores de la conciliación de clases de todos los cargos de responsabilidad en el partido y los movimientos sociales afines; la creación de células comunistas con funciones de agitación y propaganda en los sindicatos, subordinadas al partido; la denuncia sistemática e implacable de “la burguesía” y de “sus servidores, los reformistas de cualquier tipo”; la creación de una organización clandestina paralela para no depender de la “legalidad burguesa” en la fase de guerra civil; y con especial énfasis, el deber de propaganda sistemática y enérgica en las Fuerzas Armadas.
A finales de los años ’50, el PCU proclama la necesidad de una central obrera única comunista, de un Frente con todas las fuerzas sociales y grupos políticos interesados en los fines de la revolución; y enfatiza la participación de los intelectuales en el proceso. Al mismo tiempo que reforzaba su estrategia, aún vigente, de “democracia avanzada” para acelerar el tránsito a la revolución socialista, consistente en poner bajo control de un estado “proletario” los principales resortes de la economía, definía que la vía más probable para la revolución en América Latina, capaz de dar lugar a una aceleración súbita del proceso como la cubana, era la de la acción armada, articulando desde 1964 una estructura militar secreta.
En 1973, el semanario de pantalla «9 de Febrero», proclamaba: “Pueblo y FF. AA. Unidos”. El 11 febrero el editorial de «El Popular» se manifestaba en el mismo sentido apoyando los comunicados de las fuerzas armadas.
El resto de la historia ya es conocido.
Ser homenajeado por cien años de erosión de la institucionalidad liberal-democrática y complicidad con cuanta dictadura de izquierda (o promitente dictadura de izquierda) hubo desde 1920 no es un derecho.
Ante el «homenaje» que el Parlamento uruguayo ofrece al Partido Comunista, la Agrupación Libertad considera inapropiado rendir homenaje a la franquicia local de la mayor organización mundial de creadores de hambrunas deliberadas, asesinos genocidas, y sus cómplices propagandistas y ocultadores de tales crímenes.
Esta “cortesía” no es la ofrecida por otros parlamentos, como es el caso del Parlamento Europeo, que incluye a países que sí sufrieron bajo el yugo del comunismo; el cual ha equiparado los crímenes del comunismo a los del nacionalsocialismo obrero.
Lamentamos la pleitesía rendida por nuestro Parlamento a los cipayos del comunismo internacional, los mayores enemigos materiales de la libertad y la vida que la humanidad ha conocido hasta el momento. Una vez más, esta pleitesía se le volverá en contra.
Por Agrupación Libertad
Mesa Ejecutiva Nacional