Una visión liberal de nuestras relaciones internacionales no puede eludir la reflexión de que ningún acuerdo comercial será de valor alguno para Uruguay sin una liberalización de nuestros factores de producción, de una verdadera cruzada en favor de la productividad, y de un ambicioso proyecto de desarrollo de nuestro capital humano.
Apertura e integración comercial, pues, deben ser un rumbo tan importante como el de liberar la capacidad productiva y exportadora del país por la vía de bajar la carga tributaria, desregular, poner fin a los monopolios y abrir el mercado uruguayo a la importación. Uruguay debe ser parte de una zona de libre comercio con sus vecinos, saliendo del cepo de su fallida unión aduanera, apostando, al tiempo, por las cadenas internacionales de valor, y desde la libertad.
En el origen de Uruguay está su vocación portuaria, hoy comprometida por una burocracia costosa y la falta de planes maestros portuarios. Si queremos mantener al puerto de Montevideo como un actor relevante del tráfico portuario regional, si queremos preparar al país para la competencia que vendrá del desarrollo portuario argentino y la privatización de terminales portuarias en Brasil, si pretendemos recuperar el tráfico paraguayo que perdiéramos a causa de los costos y falta de cuidado, Uruguay debe repensar el rol y cometidos de su Administración Nacional de Puertos, reduciéndolo al de supervisor de operadores portuarios privados y no, como lo es hoy, de regulador y parásito de la actividad que éstos desarrollan.
Deberá ser prioritario, en materia portuaria, derogar los impuestos que, escondidos como tasas, pesan sobre la actividad de los operadores con el solo fin de financiar las actividades improductivas de la ANP.
Por Agrupación Libertad
Álvaro Diez de Medina
Secretario General